¡No mientas!
Nuestras palabras pueden elevar, exaltar y honrar a una persona o ellas también pueden destruir, ofender y dañar la reputación de alguien a costa de las mentiras que contra ella, por rabia y falta de perdón, se digan injustamente. Partamos del principio bíblico, que un hijo de Dios no debería decir mentiras en ningún momento …