No ensucies tu boca con mentiras

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Son palabras fuertes pero el proverbista las resalta y nos exhorta a no actuar como la gente despreciable y perversa. La característica que las define es la mentira. Hay personas que se acostumbraron a decir siempre mentiras. Una y otra vez, de tal manera que todo lo que consiguen a nivel laboral, personal y emocional es a base de engaño. Se les olvida que a Dios no le podemos engañar y que el observa y está presente en todo lo que hacemos.

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Ese mentiroso no está realmente imitando a Dios, sino al diablo, el cual la Biblia lo describe como padre de toda mentira. Necesitamos siempre hablar la verdad y ser verdaderos seguidores de Jesús, en el cual nunca se halló una mentira. Nuestros labios no pueden ensuciarse diciendo falsedades, murmurando de los demás, rompiendo pactos de lealtad cuando nos sintamos ofendidos, traicionando así la confianza que otros han depositado en nosotros.

El mundo es desleal y mentiroso por falta de temor a Dios. Se corre a traicionar y ser perverso porque eso es de lo que abunda en el corazón. En nosotros no debe suceder esto. Un hijo de Dios no debe guiñar los ojos en señal de ocultar o esconder algo. Debemos mirar a las personas a los ojos cuando estemos conversando para que vean en nosotros, la transparencia, la integridad que caracteriza a un verdadero discípulo del Señor.

Si alguien te ha considerado despreciable y perverso, revisa tus actos y palabras para con esa persona. Qué fue lo que sucedió para que te traten de esa manera. Si eres tú quién siente desprecio en el corazón, por personas que no has podido perdonar, entrégalas al Señor y pídeles perdón. Cambia murmuración por oraciones y bendiciones para quienes te han hecho daño y hoy te cueste mucho perdonarles. No pagues a nadie mal por mal. Recuerda que Dios no ha terminado contigo.

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Pr. José Ángel Castilla

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