Definimos la palabra motivación, como todo aquello que nos mueve o impulsa hacia una acción. También podemos decir que es lo que cambia, provoca y transforma a nuestro propio ser. La motivación de los cristianos no es la misma que la de aquellos que no creen en la Biblia o no la reconocen como la verdad absoluta de Dios. Como hijos de Dios, entendemos que nuestra motivación e impulso para avanzar y seguir adelante, proviene del Señor. Nada en éste mundo puede superar la manera de Dios motivarnos y levantarnos en el ánimo cada día. El salmista David, nos describe acerca de su motivación para cumplir la voluntad de Dios. Ése ánimo era su más grande alegría. Cada enseñanza la llevaba muy dentro de él. Vivimos en un mundo motivado por el ego y el síndrome de “todo sobre mí”, el cual se caracteriza por la autodeterminación, la auto obsesión y la auto adoración.
La Biblia no nos enseña a centrar la vida en nosotros mismos. Jesús dijo: “El más importante de ustedes, deberá ser el sirviente de todos. Porque los que se creen más importantes que los demás, serán tratados como los menos importantes. Y los que se comportan como los menos importantes serán tratados como los más importantes”, dice el evangelista Mateo en el capítulo 23, versos 11 y 12. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirlo. La cruz era un símbolo de muerte, y el mensaje del Señor para nosotros, es que sólo quienes mueren al ego, lo seguirán de verdad. Lo hacemos sin hacer nada por vanidad y orgullo, sino considerando a los demás mejores que nosotros mismos. Te invito amado lector, a que tu mayor alegría en éste tiempo, sea HACER LA VOLUNTAD DE DIOS. La mayor motivación y alegría para Jesús, era obedecer a Dios y completar el trabajo por el cual, había sido enviado.
Alégrate hoy en obedecer a Dios y recuerda que él no ha terminado contigo. Suscríbete a éste blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Comparte con tus amigos y familiares el link de este mensaje. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla