Todos los días de nuestra vida, necesitamos ser auscultados por Dios. Es ese momento diario en el que rendimos cuentas y reconocemos que le hemos fallado con las palabras que dijimos, los pensamientos que atravesaron nuestra cabeza o las malas decisiones que tomamos. En este pasaje de hoy, vemos al salmista David, llegando al Señor con su cántico, dándole el todo de su corazón. Él era un hombre verdaderamente enamorado del padre y cuidaba que esa relación no fuera dañada con nada.
Amar a Dios es más que decírselo con nuestras palabras. Nuestros actos y decisiones deben ser sometidos al criterio de su voluntad. Como luchamos con debilidades diarias propias de la carne, sabemos que ella debe ser crucificada y sometida a diario. Si le damos rienda suelta a lo que ella nos pide, le fallamos a Dios. Esta es una batalla ganada en la cruz, pero debemos activarla por fe en nuestro día a día. Es una línea delgada que cruzamos y que daña esa hermosa relación con nuestro creador.
Somete a Dios como inicio del día, todo pensamiento impuro, todo deseo de desobedecer a su Palabra para ser reemplazada por rebeldía, terquedad y obstinación. Ora con las palabras del salmista y dile que te examine, que saque de ti toda actitud perversa, y que vaya a lo profundo de nuestro corazón para ser libres de raíces de amargura o aún de rechazo.
Si en el examen recuerdas que necesitas pedir perdón, hazlo con Dios o con las personas que necesites liberar de ese cordón invisible al que las ataste por tu dolor emocional. Ser libre no tiene precio y el Señor llevó consigo toda cautividad en la cruz del calvario para que hoy gocemos de su plenitud espiritual. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla
Gracias Señor, por hacernos imperfectos porque tenemos motivos para estar pegado en tu presencia.