No podemos tener cuentas pendientes con nadie y mucho menos con el Señor. Un hombre como Jonás, llamado a ser profeta y quien se rehusó a dirigirse a la ciudad que Dios le había ordenado que exhortara, ahora montado en el barco que lo llevaría al lugar de su voluntad y desobediencia, enfrentaría una violenta tempestad que pondría en riesgo la vida de todos lo que viajaban con él. Es increíble cómo el Señor desencadena una tormenta para hablarle a un sólo hombre. Cuán implacables serían aquellos vientos que golpeaban el barco, que se iba a despedazar por completo.
¿Cuántos golpes fuertes has recibido en éste último tiempo en tu vida?, ¿Cuáles de ellos los has identificado como procesos de Dios para forjar tu carácter?
Los momentos de desesperación hacen que una persona se enfoque en Dios y clame o busque creer en algo, pero la adversidad nos lleva a mirar hacia arriba. Esos marineros angustiados, comenzaron a aligerar la carga del barco y orar a sus dioses. Ningún dios pagano respondió, porque son sordos, ciegos y mudos. No tienen ni tendrán nunca, el poder para liberar a nadie. En ese contexto de desesperación, Jonás estaba allí adentro, pero durmiendo en la bodega del barco. A veces dormimos mientras pasan cosas, que no entendemos y creemos que son asunto de otros.
Este profeta, desobediente y dormilón no comprendía que lo que sucedía, lo había provocado su desobediencia. Hoy te invito a reflexionar en qué áreas de tu vida, necesitas pedir perdón a Dios y renunciar al pecado. La misericordia de Dios te alcanzará, pero no te lleves por delante a nadie que conviva contigo. Ponte rápidamente a cuentas con Dios y permite que Su gracia te sostenga. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final. Feliz fin de semana. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla