Nada nos exime de no sentir rabia o molestia con alguna persona, cuando ésta nos hiera con o sin intención. Al abrirse esa brecha en el corazón que nos produce escozor y en algunos casos enrojecimiento de las orejas, debemos ser conscientes de cómo reaccionamos y pedir dominio propio al Señor, de nuestras emociones negativas, para no hacerle daño a nadie. Todos los días enfrentamos a personas poco amables, hostiles, gente que no cumple con nuestras expectativas y podemos tomarnos las cosas tan a lo personal, que perdamos nuestra paz. Cada uno, vive su propio conflicto y enfrenta y conoce su propia amargura. Tantas cosas que pueden desencadenar reacciones, producto de problemas propios y asuntos por resolver.
Ninguno de nosotros no puede dar de lo que no tiene. Cuando otros no tienen amor, no pueden extender de ese amor a los demás. Por eso vemos tantos rostros amargos y poco afables. Personas que pueden mostrarse insensibles, inconscientes y hasta malvadas. Aprendamos a extender bondad hacia otros, porque podría ser la única que reciban. ¡Aprendamos dentro de estas situaciones o realidades incómodas, a ser amables con otros, extendiendonos aún más allá de lo que esperamos al ser amables con los demás! Aunque no sean amorosos ni amables con nosotros, debemos dar sin esperar nada a cambio.
David el salmista, nos insta a ser íntegros adoradores, que con libertad se acercan a la presencia del Señor y cumplen su palabra. El Señor no quiere dualidades sino sinceridad de corazón al acercarse en oración o búsqueda de su presencia. Dios detesta la falsedad y la hipocresía. Cuídate de no ser contaminado por raíz de amargura, producto de conflictos no resueltos y extendidos sin necesidad. No inicies tu semana, con el mismo corazón dolido y dañado por las mismas situaciones de siempre. Extiéndete a lo que tienes por delante y camina con un corazón lleno de bondad, siempre poniendo tu mirada en Jesús. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla