Favor de Dios

Jesús siendo un niño aún, crecía en gracia y sabiduría delante del Padre, pero también delante de todos los que lo veían y conocían. Debía tener alrededor de doce años cuando fue llevado a Jerusalén a celebrar la pascua, que era una de las tres fiestas más importantes, en las que se peregrinaba y celebraba en la Santa ciudad. La sabiduría del Padre estaba en él como unigénito de Dios, en quien estaba clara su identidad y destino por cumplir en ésta tierra. Estamos llamados a impartir sabiduría a las generaciones venideras como lo son nuestros hijos. Los padres somos asesores de ellos y tenemos que capitalizar tantas experiencias vividas buenas y malas de nuestro crecer para nuestro propio crecimiento, pero también para el de ellos al futuro. Cuando nuestros hijos crecen, se independizan y dejan de hacernos preguntas, para descubrir y aprender por ellos mismos. El grave error es que aprender a los golpes, es doloroso pero inevitable. No hay mejor lección que grabar enseñanzas en el corazón, por la revelación divina.

La segunda cosa importante que observo en este pasaje, es que el Señor siendo aún un niño, gozaba del favor de Dios. Nosotros tenemos que pedir en oración, sabiduría divina para hablar y actuar, de tal manera que en nuestras actuaciones, se note la palabra hecha vida, de lo contrario sólo somos oidores religiosos de la Biblia, pero no practicantes de la misma. La vida en Dios y sus principios, es más importante que las tradiciones culturales y familiares aprendidas. Los hijos de Dios con nuestro actuar, le mostramos y testificamos a nuestro entorno, a veces quejumbroso e incrédulo, que sí podemos ser diferentes y vivir conforme a la Biblia. Es posible vivir para agradar a Dios e inspirar a los demás. ¡No te des por vencido frente a tus luchas!


No dudes que en ti reposa la gracia y el favor del Señor, que te llevarán a ser admirado y respetado. Puertas serán abiertas frente a tus ojos, por gracia divina, pero también por el hecho de amar, temer y servir al Señor. Nunca dejes de crecer sano y fuerte física, emocional y espiritualmente, porque has decidido depender de las fuerzas divinas y no seguir luchando hasta el cansancio, en tus propias fuerzas. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de esta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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