Domínio propio

La Palabra del Señor nos enseña que el dominio propio o la templanza, es parte de la manifestación del fruto del Espíritu en la vida de todos los creyentes. Podemos decir entonces, que tener templanza o dominio propio, es SABERSE CONTROLAR. Esta es quizás una de las cosas más difíciles de controlar de nuestra carne. Quedarnos callados cuando debemos hacerlo, controlar la ira, evitar decir todo lo que pensamos, evitar ofender y hacerle daño a los demás en un momento de dolor, es parte de esa templanza como fruto del Espíritu Santo que necesitamos desarrollar. Permitamos que el Espíritu Santo nos transforme en esas áreas de fragilidad para crecer en el dominio propio. Dentro de cada uno de nosotros, se gesta una lucha entre la naturaleza pecaminosa y la vida llena del Espíritu Santo. La vida pecaminosa se manifiesta en desorden, inmoralidad y darle rienda suelta al apetito carnal. La vida en el Espíritu en cambio, refleja Su fruto y el dominio propio es uno de ellos.

Desarrollar éste fruto, nos lleva a poder controlar nuestros impulsos y nuestras emociones. Alguien con templanza, agradece cada día mantenerse sometido a la autoridad del Espíritu Santo. Ese sometimiento nos entrega fuerzas para obedecer a Dios en todas las demás áreas de nuestra vida. Hay sinónimos de la templanza en la escritura que nos amplían un poco mejor para así entender acerca de éste fruto, tales como: Sobriedad, paciencia y disciplina. Oremos en éste día al Espíritu Santo, que ponga freno a nuestras palabras, control a pensamientos obsesivos, carnales y rebeldes. Finalmente que nuestras acciones sean sometidas a la completa y absoluta voluntad del Espíritu Santo de Dios. Cierro con las palabras del apóstol Pedro: Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada. 1 Pedro 4:7.


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Pr. José Ángel Castilla

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3 comentarios en “Domínio propio”

  1. Tremenda palabra, la recibo con mucha humildad en mi corazón, es precioso ver cómo el Señor nos conoce y tiene control de todos porque en el momento preciso llega el control del Espíritu Santo para encaminarnos nuevamente.

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