3 dedos apuntan hacia ti

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Nadie por desobediente e injusto que sea, se librará de la justicia de Dios. Uno de los graves errores que podemos cometer, es pretender sentarnos en la silla de juez, para desde allí juzgar a los demás e impartir lo que en nuestros vagos razonamientos y argumentos, creemos es lo justo pero no desde el enfoque correcto de la verdad de Dios, la cual es la Biblia. Siempre que señales con un dedo de tu mano a alguien frente a ti para juzgarlo, tres dedos apuntarán a ti devolviéndote lo mismo: juicio. Herodes cuando mete a la cárcel a Juan, lo hacía porque deseaba callarlo para siempre. El diablo siempre ha querido matar, hurtar y destruir todo cuanto represente la vida para nosotros. Herodes el tetrarca, era un asesino de la verdad. Juan el bautista, anunciaba las buenas nuevas de salvación a través de un juicio inminente y severo, que resultaba abrumador para quienes se sentían confrontados con sus pecados.

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Tal como el caso de Herodes Antipas, el cual se había divorciado de su esposa y casado con su sobrina Herodías, que a su vez estaba casada con su propio hermano. Las palabras de Juan fueron un denuncio de un hecho escandaloso y aberrante. Por esta razón, Herodes encarcela a la fuerza a Juan en la prisión de Masada, al este del mar muerto. Eran tantos los pecados de este perverso tetrarca, que lo que hizo con Juan fue adjudicarse un pecado más. Así es la ceguera espiritual a la que nos puede llevar el diablo, sin que nos demos cuenta. Abre tus ojos y revisa tu proceder respecto a encarcelar y callar las exhortaciones de parte de Dios. En ellas, ha utilizado a personas para hacernos entrar en razón, cuando estamos mal. Dale gracias a Dios por tus autoridades espirituales, aquellas que te han bendecido y exhortado en el transcurso del tiempo. No las introduzcas en cárceles de indiferencia, rabia o las calles, porque no te parezca que te hagan preguntas difíciles de responder, respecto a tu vida personal emocional y espiritual. Quien no rinde cuentas, no quiere crecer. Humíllate delante del Señor, confiesa tus pecados y él te extenderá su misericordia, dándote honra en público.

A los hijos de Dios todas las cosas que nos pasen, nos ayudarán para bien, a fin de que nos parezcamos más y más a Cristo Jesús. Renuncia a ser juez de otros, ese rol le corresponde a Dios. No te molestes cuando alguien más maduro que tú te exhorte y anime a hacer lo correcto. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación a tu correo electrónico, cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de esta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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