Al oriente del Mar de Galilea, en un área donde la mayoría de los habitantes eran gentiles, es decir, no judíos, se acerca a Jesús, un hombre que se encontraba poseído por muchos demonios. Andaba sin ropa y vivía más como un animal salvaje, que como un ser humano. La influencia demoníaca que lo poseía, lo llevaba a alejarse de su casa y de su propia familia para morar entre los sepulcros, cerca de los muertos en descomposición. No alcanzo a imaginar el aspecto tan desagradable y maloliente, que debía tener éste hombre. Los judíos eran estrictos en cuanto a sus normas de salubridad, por esto, la forma en que éste hombre vivía, iba en contra de la ley judía. Era tal la fuerza que la legión de demonios que lo poseía le daban, que rompía las cadenas. Por mucho tiempo fue atormentado y tomó un comportamiento autodestructivo e incontrolable, que lo hacía gritar como loco, hiriendo su cuerpo con las piedras.
La posesión demoníaca ocurre, cuando un espíritu inmundo toma como residencia permanente, a un cuerpo humano y en ocasiones presentará comportamientos extraños, a través de la personalidad del cuerpo anfitrión. El demonio que poseía éste hombre, se resistía a dejarlo libre. Tal era la posesión demoníaca que lo dominaba, que lo encadenaron y enviaron a los cementerios. Así opera el enemigo de nuestras almas, cuando le entregamos autoridad con nuestras palabras y actos. Debemos tener cuidado de no abrir puertas a demonios, a través de nuestros pecados no confesados y ocultos, la falta de perdón y el dolor emocional que nos lleva a autoconferirnos maldiciones. Cuida lo que dices, ya que nuestras palabras son llaves que pueden abrir puertas al mundo espiritual. También las prácticas sexuales ilícitas, el ocultismo y la brujería, abren puertas a los demonios. Nada de eso es agradable a Dios, sino abominación. El enemigo buscará como león rugiente deborar nuestra fe, relación con Dios y todo lo que signifique búsqueda del Señor. Pero Jesús ha venido a traer libertad al cautivo y rescatar a todo aquel que perdió la esperanza.
Jesús demostró su autoridad sobre los demonios haciendo libre a éste hombre. Toda actividad demoníaca fue destruida en la cruz del calvario con la victoria de Cristo sobre la muerte, a través de la resurrección. Renuncia en el nombre de Jesús a toda influencia de demonios en tu vida y familia. Reconoce la autoridad de Jesús en tu corazón de forma única sobre tus emociones, alma y cuerpo. Por su preciosa sangre fuimos redimidos y perdonados. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla
Amén Pastor, como usted dice debemos tener cuidado con lo que sale de nuestra boca por que de allí puede venir la vida o la muerte.
Para que satanás haga lo suyo solo basta un mal pensamiento, sentimiento, palabra o acción.
Bendiciones.