Jesús nos enseña, que si un hijo le pide a un padre un pedazo de pan, no le va a dar una piedra en su lugar. Y si le pide un pescado, no le entregará una serpiente. Con esto vemos cómo siendo imperfectos, tenemos un sentido de paternidad y protección que nos lleva a proveer para nuestros hijos todas las cosas que pudieran necesitar.
Si nosotros con nuestra imperfección sabemos dar buenas cosas, cuánto más no lo hará Dios por nosotros. El es la fuente de todo y su promesa es no dejar que los justos pasemos hambre. No es lo mismo que te sirvan retrasadas, una de tus comidas habituales de cada día y por ello sientas hambre, a literalmente pasar un momento de necesidad en que no tengas para comprar las cosas básicas para poder comer tú y tu familia.
He allí en esos momentos extremos de necesidad donde podemos con confianza clamar a Dios y saber que sus promesas se cumplen, porque Él es fiel a su Palabra. Guarda ésta promesa en tu alma y cree en que cualquier necesidad que tengas, el Señor la suplirá. Alimento, vestido, útiles y mensualidades escolares para tus hijos, cuotas de obligaciones financieras, etc. Todo lo suplirá el Señor porque en el cielo no hay necesidad, ni padecimientos, ni hambre o escasez. Tan sólo ora y cree en el mover sobrenatural de Dios a tu favor.
No mires al perverso y sus antojos, termina diciendo el sabio Salomón. Si el impío derrocha y malgasta, no es tu asunto. Invierte tu tiempo en orar, confiar y depender en un Dios bueno, que suplirá todo lo que te pudiera faltar, conforme a sus riquezas en Gloria, porque en el cielo no hay hambre ni padecimientos. Desde la eternidad vendrá tu respuesta favorable de parte del Señor.
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Pr. José Ángel Castilla