En la vida afrontamos situaciones donde lo más complejo no es caminar en lo que viene, sino soltar lo que quedó atrás en nuestro pasado. Sin darnos cuenta, podemos caminar engañados pensando que vamos hacia adelante, pero con la mirada puesta en el pasado. Nos podemos aferrar, a recuerdos, heridas, errores y hasta glorias pasadas que ya no son parte del presente. Todo ésto, en lugar de inspirarnos, nos termina deteniéndonos. La Palabra nos recuerda que Dios no trabaja con lo que fue, sino con lo que está por venir. Dios es Dios de cosas nuevas. El abre caminos en el desierto y hace brotar ríos donde parecía que todo estaba seco. Para poder ver lo nuevo, tenemos que soltar lo que quedó atrás de nosotros. Así le ocurrió a la mujer de Lot. Dios les dio la orden de huir de Sodoma y no mirar atrás, pero ella desobedeció al voltear su mirada hacia el pasado. Cuando miró lo que estaba dejando atrás, quedó convertida en estatua de sal. Su cuerpo salió de la ciudad, pero su corazón seguía allí, atada a lo que le destruía y empobrecía física y espiritualmente.

Tristemente, quedó paralizada y detenida para siempre en lo que ya Dios les había advertido que sucedería si decidían mirar aquello que ya no pertenecía a su nueva vida. ¿Cuántos se sienten como la estatua de la mujer de Lot? Avanzan, pero emocional y espiritualmente se sienten estancados. Viven recordando lo que perdieron, lo que no funcionó, las oportunidades que se fueron, o las heridas que alguien les dejó. Algunos hacen memoria de sus viejos amores, sus triunfos pasados. Se conformaron con la mediocridad de lo que un día fue pero hoy ya no lo es. Dios te recuerda que: ¡Es tiempo de avanzar! No fuimos llamados a vivir en la nostalgia, sino en la esperanza. Dios no nos creó para ser estatuas, mirando el polvorín del ayer. No importa cuántas veces caíste, cuántas pérdidas tuviste o cuánto tiempo pasaste detenido. Muévete hoy y declara: “Ya no viviré atado a la que fuí”

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Recuerda que Dios no no terminado contigo.

Pr. José Ángel Castilla