De ladrón a evangelista

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En los primeros capítulos del evangelio de Lucas, vemos a Jesús sanando a un paralítico, un leproso y un endemoniado. Ahora le tocaba el turno de restaurar a un publicano de nombre Leví. Era un recaudador de impuestos y en éstos tiempos los recaudadores, eran considerados despreciados, traidores y extorsionadores.
El pueblo judío los consideraba así, porque trabajaban para el gobierno romano y contaban con el respaldo de los soldados, para hacer que la gente pagara sus impuestos. Entonces Leví cuyo nombre lo cambió Jesús por Mateo (don de Dios), fue un traidor judío, odiado por todos PERO AMADO POR JESUS. Cuando escucha el llamado a seguir al Señor, Leví respondió inmediatamente, dejando su negocio de recaudación de impuestos y camina tras los pasos de Jesús.

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Éste fue uno de los grandes llamados que el Señor hizo a la vida de éste hombre, muy poco amado de la sociedad de la época. Otros discípulos de Cristo como Pedro, Santiago y Juan podrían volver más fácilmente a su negocio de pesca, pero a Levi le resultaría difícil volver a la recaudación de impuestos. Éste oficio era tan apetecido por los hombres de ese tiempo, porque les entregaba una manera segura de enriquecerse rápidamente. Por eso fue tan fuerte la conversión de éste hombre que no volvió nunca más a su oficio. Mateo desde su puesto de recaudador, cada pez que se extraía del mar de Galilea era gravado para el pago de impuestos. Jesús llamó como su discípulo, a un ladrón que les había quitado dinero a Pedro, a Santiago, a Juan y a muchos otros pescadores. Cristo entonces, llama a un hombre que se hizo rico a costa de robarle a otros.

Lo más interesante de toda ésta historia, es que estuvo dispuesto y se arrepintió de todo lo que había hecho y camino detrás del Señor. Vemos a Mateo ser el ladrón que se volvió evangelista. ¿Cuántos de nosotros no hemos juzgado a pecadores y personas que consideramos indignas? Esto me deja como lección de vida, que el evangelio es para todos. No importa cuán sucio sea el pasado de la gente, en el Reino de Dios hay lugar para esos enfermos espirituales. Por eso la vida en Cristo no es sólo para un selecto grupo. Los sanos no necesitan de médico dijo el Señor, sino los pecadores que como Mateo, se arrepientan y nunca más vuelvan a ser los mismos. Deja tu mesa de recaudo y corre tras los pasos de Jesús. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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0 Respuestas

  1. Amén!…gracias al sacrificio de Jesús todos tenemos derecho a la mesa del Padre sin excepción, todos hemos pecado pero el arrepentimiento hace la diferencia!.

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