¡Un amor tan grande!

Un día como hoy, hace 14 años nació mi única hija. Eran pasadas las diez y treinta de una lluviosa noche barranquillera, cuando se abrió una puerta que del área de cirugía de la clínica, conducía a la sala de espera. Una enfermera me llamó y me puso en brazos a ese hermoso regalo de Dios de 52cms, que lleva por nombre Sofía y su significado es: sabiduría en el idioma griego.

¡Cuánto amor hay en el corazón de un padre por sus hijos! Sólo hasta cuando me convertí en uno, pude entender más claramente el amor de Dios por mi y el sacrificio de Jesús muriendo en un madero, por toda la humanidad. El amor nos lleva a la acción. Hablar cuando no sabemos que decir, ir a donde no nos imaginamos un día estar, hacer lo inimaginado, vencer miedos y hasta la timidez, dejar de comer si es necesario, todo por nuestros hijos. TODO POR AMOR.

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Si un padre se sacrifica por amor a sus hijos, ¡Cuánto más no lo hará el Señor! Tenemos que tener la convicción de que nada nos separará del amor de Dios. Ese lazo es fuerte e irrompible. El mundo espiritual no podrá cortarlo. Ese amor tan grande como el que sentimos por nuestros hijos, mucho más grande y limpio, es el amor del Padre.

Deja que hoy el amor del Señor te rodee y te tome en brazos. Déjate levantar y desde la cabeza hasta los pies puedas sentir ese amor infinito y te abraces a su identidad de hijo. No permitas que nada ni nadie te haga dudar quien eres en el Señor. Quien te ama te lo demostró entregando lo más preciado en una cruz.

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Abrazo fraterno.

Pr. José Ángel Castilla

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