La sabiduría divina siempre fructifica. El apóstol Santiago en el pasaje de hoy, nos define el significado de la sabia mansedumbre. La sabiduría que proviene de lo alto, primeramente es pura, luego pacífica, amable, benigna, llena de misericordia, de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. El carácter de la sabiduría de Dios, es maravillosa. Está llena de amor y de un corazón que entrega, siendo congruente con la santidad de Dios. El fruto de buenas acciones es la siembra de paz, de una semilla que llevará fruto, mientras se muestra a aquellos que hacen la paz. La sabiduría divina proviene de Dios y le honra a Dios. Ella comienza con el temor al Señor y trae como resultado que llevemos una vida santa. La sabiduría del mundo nunca honra a Dios sino que se complace a sí misma. La sabiduría mundana, nos hace educados, astutos y nos da el “sentido común”, que nos permite enfrentar la estrategia del mundo con éxito. La sabiduría divina en cambio, nos prepara para la vida eterna. La sabiduría divina nos hace intercambiar los valores terrenales por los valores bíblicos.
Jesús en el Sermón del Monte nos enseña la diferencia entre la sabiduría mundana y la divina cuando expresó: “Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos. La sabiduría divina, nos lleva a hacer todo lo contrario a lo que nuestras inclinaciones naturales nos dirían. Sólo podemos ser sabios, cuando crucificamos nuestra carne y vivimos de acuerdo al Espíritu. La sabiduría divina se obtiene, aprendiendo la Palabra de Dios. Nadie nace sabio, vamos adquiriendo sabiduría en la medida que los procesos nos van enseñando y también pidiéndola en oración al Señor. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a éste blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Comparte el enlace de éste mensaje con tus amigos y familiares.
Pr. José Ángel Castilla