Lámparas encendidas

La verdad de la Palabra de Dios, por su naturaleza está destinada a ser revelada. El Señor prometió que así sería, porque no hay nada oculto, que no haya de ser manifestado y nada secreto que no llegue a conocerse. Una lámpara se ubica siempre, en lugares altos para que todas las personas que la observen, puedan así ver su luz. Conocer la verdad de Dios, nos entrega la obligación de difundirla, en todos las maneras en las que Dios nos dé la oportunidad de hacerlo. Moralmente, quien tenga esa medicina, no la podrá esconder, sino que será como la luz puesta en alto para que pueda alumbrar. Esconder la verdad, es como apagar la lámpara o esconder la medicina que le salvará la vida a un enfermo terminal. La oscuridad retrocede y es vencida, cuando es sometida al poder de la luz.

Estamos entonces llamados a difundir ese mensaje de vida y salvación para que los corazones puedan ser alumbrados y de esa manera Cristo sea glorificado. De hecho la gran comisión de todo creyente está en el ir y hacer discípulos a todas las naciones. Piensa en todo lo que la Palabra de Dios ha cambiado tu vida y tu forma de pensar. Cuánta responsabilidad tenemos en nuestras manos, de ser embajadores de Cristo y portadores de un mensaje, que no puede ser un secreto. Jesús es el Señor, nació de una mujer virgen por obra y gracia del Espíritu Santo, es tan grande el amor de Dios por nosotros, que envíó a su hijo para darnos salvación y finalmente así como murió y resucitó, el volverá un día por nosotros.

Sé una lámpara que siempre esté encendida anunciando a Jesús. No te hace religioso o fanático cumplir la gran comisión. Te hace obediente y apasionado por un Dios que jamás se avergonzará de ti. Recuerda que el Señor no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla