Hace unos cuantos días terminé una hermosa temporada de ayuno congregacional de 21 días, en mi Iglesia Centro Bíblico Internacional en Barranquilla Colombia. Ayunar no es sinónimo de dieta, sino de morir. Es un detox físico, emocional y espiritual.
Ser cristianos implica ir a Getsemaní cada vez que sea necesario y pedir dirección a Dios para hacer Su voluntad y no la nuestra. Igual que Jesús en ese huerto de decisiones difíciles cuando clamó al Padre para hacer Su voluntad y no la suya. Después de Getsemaní viene nuestro camino al calvario.
La cruz hace parte de la cotidianidad. No para contemplación, sino para ponerla a cuestas y seguir a Jesús. Es allí donde el ayuno cobra sentido. Morimos a deseos, pasiones, actitudes y pensamientos que desagradan a Dios, todo por amarlo y seguirlo.
El resultado del ayuno es libertad y devoción por El. Deseos de buscarlo y amarlo cada día. No existe otro motivo para apartarse para Dios si no sometemos nuestra voluntad y nuestros deseos. Nuestra carne siempre tendrá sueño, pereza y solo buscará entretenimiento y perder el tiempo. No tendrá intenciones de buscar a Dios, sino de quejarse y renegar. Por eso necesitamos someterla y crucificarla todos los días.
Crece en devoción y tendrás un nuevo motivo para levantarte cada mañana e intimar con Dios. Será un irreemplazable momento de preguntas, búsqueda de dirección, pero también de amor. Un espacio donde maduramos y crecemos hasta parecernos a Cristo cada vez más.
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Te bendigo amado lector.
Abrazo fraterno.
Pr. José Ángel Castilla