Un día alguien me dijo que nosotros eramos extraterrestres. No entendí lo que escuchaba, pensando que me estaba bromeando. Al rato y después de asimilar lo que no comprendía, descubrí que era cierto. Vivimos en este mundo, pero no le pertenecemos a él. El tránsito en esta tierra es limitado. Por ello nuestra mira debe estar enfocada en el Señor. Un día el Señor volverá por nosotros.
Quien espera en el Señor se purifica a sí mismo. La esperanza de su venida debe ser nuestra gran alegría. Así que hayas nacido donde hayas nacido y vivas donde vivas, no somos ciudadanos de ningún lugar de esta tierra, sino del cielo. Un lugar donde no hay tristeza, ni dolor, ni enfermedades. La conciencia de eternidad debe estar presente en cada uno de nosotros.
Pensar en lo que pasará después de morir, no debe ser motivo de miedo. Quien tiene a Jesús habitando en su corazón, no tiene porqué temer, si hipotéticamente hablando, nos tocara partir a la eternidad hoy. Tengamos la tranquilidad que al cielo llegamos, no por las buenas obras buenas que hayamos realizado, sino por la fe en Cristo.
Si es la primera vez que entras a este blog y llegas aqui a leer este artículo, no es una casualidad. Dios te ama con amor eterno y entregó a Jesús su hijo en un madero, para morir para salvarte de la condenación eterna. Dile hoy que le abres el corazón y lo recibes como Rey y Señor de tu corazón. Dile que te arrepientes de tus pecados y recibe su perdón. Libre de toda culpa, comienzas ahora un camino hacia una segura eternidad.
Cuida con temor y temblor la llave 🗝 de la salvación que el Señor te acaba de entregar. Recuerda que Dios no ha terminado contigo y que no le perteneces a este mundo, porque eres ciudadano del cielo. Suscribete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Comenta y comparte con otros amigos y familiares el link de este post.
Abrazo fraterno.
Pr. José Ángel Castilla