Corona de vida

Ser tentados no significa que hayamos pecado. Pecamos cuando permitimos que la tentación se convierta en acción. Ceder ante ella implica albergar pensamientos que echan raíces en el corazón y nos terminan contaminando. Ser amables e incautos ante los ofrecimientos de la tentación, implica reemplazar el fruto del Espíritu en nosotros, por el de la carne. Todo lo que primero se pensó, se termina convirtiendo en una acción. Frente a la tentación, la mejor opción siempre será huir ante sus ofrecimientos. Un ejemplo de ésto lo vemos en José cuando no cedió ante las pretensiones sexuales de la mujer de Potifar. Él no permitió que la tentación se convirtiera en pecado, porque no le regaló tiempo para que ésta echara sus raíces. Nunca razonó ni se justificó frente al peligro que tenía frente a sus ojos,  simplemente salió corriendo. Tener sus ojos puestos en Dios, le hizo honrarlo al actuar de forma sabia y coherente con sus principios. Cuando soportamos las pruebas y tentaciones, debemos poner la mirada en una recompensa no humana ni tangible amado lector.

Nos espera una corona de vida eterna, que ni el oro y toda la plata de éste mundo podrá comprar. No vivimos tiempos fáciles, por esa razón debemos con perseverancia luchar hasta el final. No descuides de que nadie robe esa corona prometida. Ni las tentaciones sexuales, ni el dinero fácil o cualquier propuesta que deshonre tu relación con Dios, podrá robarte lo que Dios te prometió a través de Jesús. Esa corona de vida prometida por el Señor, nos recuerda que vale la pena soportar las tentaciones que enfrentemos. La perseverancia será recompensada al demostrar que amamos tanto a Jesús, que seremos fuertes en él para resistir la tentación. No culpes a Dios cuando seas tentado, porque
Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie. Nuestras propias concupiscencias que nos atraen y seducen, cuando se conciben en el corazón, da a luz al pecado. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a éste blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Comparte el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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