Es díficil de explicar lo que experimenta una persona que siente que le rompieron el corazón. Es una mezcla de tristeza profunda, decepción y una sensación de vacío que ocupa cada rincón de nuestro ser. Vivir con el corazón roto amado lector, es andar con el alma medio vacía y anudada por una cuerda que nos liga a las personas que nos lastimaron y que no hemos podido soltar. Vivir fragmentados por esos impactos emocionales de lo que vimos o escuchamos de personas con las que nos vinculamos relacionalmente, es una tortura lenta que asfixia y que duele al mismo tiempo. Aunque algunos opinen que el tiempo cura los desamores, las ofensas, y hasta las decepciones, necesitamos ser intencionales y trabajar en la sanidad de nuestro corazón. Una herida emocional la provoca el amor que no pudo ser, el amor que se nos fue y se nos desvanecieron las ilusiones. Un desamor nos hace recoger los pedazos de una autoestima fragmentada. Otras heridas que nos marcan profundamente, son el hogar que se rompió, las promesas que nos incumplieron, el amigo que nos falló o el líder que nos decepcionó.
Pueden ser tantos los motivos para que se rompa un corazón, pero no podemos permitir que se nos endurezca y se vuelva de piedra impidiendo amar y perdonar a los demás.
Dios quiere restaurarnos y darnos un nuevo corazón. Uno que nos permita sentirnos amados y amar nuevamente. Para iniciar éste proceso, abraza las promesas de sanidad que la escritura nos ofrece. El salmista nos dice que: Él sana a los que tienen roto el corazón, y les venda las heridas. El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza. Eres especial tesoro para Dios y el no desea verte con el corazón destrozado. Colócate en las manos del alfarero y permítele restaurar la vasija de tu corazón. Perdona a quienes te dañaron y menospreciaron u ofendieron. Aprende de Jesús, que cuando estaba crucificado y a punto de morir, perdonó a quienes lo entregaron y ofreció vida eterna a un ladrón que crucificaron junto con él. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a éste blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Comparte el enlace de éste mensaje con tus amigos y familiares.
Pr. José Ángel Castilla.