El apóstol Pablo nos insta en no dejarnos vencer de lo malo, sino vencer con el bien a todo el mal que quieran hacernos. No podemos dejarnos gobernar del pecado, ni de las pasiones y deseos que nos mientan haciéndonos creer en que es correcto pagar con mal, a todo lo malo que puedan hacernos. Nuestra carne siempre nos mentirá, instalando pensamientos en nuestra mente tales como: “Es imposible obedecer, los deseos harán lo que quieran contigo, te aplastarán y te vencerán”. Todo eso es mentira del enemigo de nuestras almas. Pablo también exhorta a que nos consideremos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. Nuestra batalla espiritualmente ya ganada por Cristo es que no entonemos ni que reine el pecado en nosotros ni que obedezcamos sus concupiscencias.
Pelear la buena batalla de la fe significa mantenernos firmes en obedecer la Palabra de Dios, en el poder del Espíritu, considerándose cada uno, muerto a sentimientos y todo razonamiento humano. La buena batalla implica también tomar la cruz cada día y negarnos a nosotros mismos. La carta a los Romanos en el capítulo ocho, verso trece nos habla acerca de que hagamos morir las obras de la carne, para que así podamos vivir eternamente. También el apóstol le habla a su discípulo y pastor: Timoteo, a dejar algunas cosas y a seguir otras. Para poder hacerlo necesitaba comportarse como todo un soldado. Dios nos llama a ser guerreros, pero para pelear la buena batalla de la fe, debemos perseverar, hasta que lleguemos al cielo. Timoteo fue reclutado como soldado espiritual y se ofreció como voluntario.
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Pr. José Ángel Castilla