
El apóstol Santiago en el pasaje bíblico de hoy, nos reprende y hace memoria de la forma, en que el pueblo de Israel era exhortado en el Antiguo Testamento, debido a su codicia o idolatría. Esa amistad con el mundo, el apóstol la compara al pecado de adulterio entre una pareja de casados. Nuestra relación con Dios perfectamente se compara a una relación matrimonial. Cristo es nuestro amado novio que un día nos desposará. Nosotros como iglesia, somos la novia enamorada que espera el regreso de su amado, en ese anhelado rapto según lo describe Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses. Dios entonces, amado lector, es el “marido” de ésta historia de amor y redención, nosotros somos Su “esposa”.
Santiago continúa reconociendo, que no podemos ser rebeldes contra Dios, siendo “Amigos del sistema del mundo”, siendo también, “Amigos de Dios” al mismo tiempo.

El deseo de ser amigos del mundo, nos coloca en enemistad con Dios, ya que el Espíritu que él nos dió al momento de convertirnos, nos anhela celosamente. La presencia de Dios, que mora en el interior del Espíritu Santo, tiene un anhelo celoso de que seamos verdaderos amigos de Dios. Un cristiano comprometido, no se contamina, porque ha entendido acerca de la enemistad entre el mundo y el Reino de Dios. Ese Espíritu que ha sido puesto en nosotros, nos cuida con celo santo. Dios espera entonces, que seamos fieles en medio de cada lucha por agradarle. Abrazate a su gracia y fluye en devoción a Dios, porque el ha puesto un espíritu fiel dentro de ti. Recuerda que el Señor no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla
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