Recibir una mala noticia es como caer repentinamente en un abismo. Mientras desciendes, pierdes el control de cómo y a dónde vas a llegar, porque bajas con mucha velocidad. En ese tránsito incierto, rozas con muchas piedras que te lastiman, hasta que te detienes. La caótica sensación que nos queda en el corazón, es terrible: Sabes lo que tienes que hacer, pero no sabes por dónde comenzar. Sientes que caminas por un valle oscuro con una opresión espiritual en tu pecho. Ayer intercedía con una discípula y tan pronto terminamos de orar, recibí una llamada de mi hermano, diciéndome que mi padre se había caído en una escalera y estaba inconsciente. Al oír la noticia, caí en un abismo de malos pensamientos que me bombardearon la mente. Mientras mi hermano llegaba al hospital, pasó cerca de una hora interminable. En ese momento de prueba, oré y adoré al Señor, mientras mi corazón palpitaba muy fuerte. Cuando atravesamos valles de sombra de muerte como el que viví ayer, no debemos sentir temor, porque Dios nos infundirá el aliento para seguir adelante.
El valle de sombra amado lector, no es tu destino sinó una estación temporal. Dios permite el valle, pero también provee el camino de salida. La sombra sólo existe, detrás del objeto que lo ilumina de frente. Cristo está delante de ti y la sombra de muerte es sólo la percepción equivocada en medio de la angustia y el temor. Dios es la luz que nunca se apaga, incluso en el valle. No olvides que no estás solo. La presencia de Dios transforma tu miedo en fortaleza. La vara guía y corrige; el cayado protege y levanta. Eso significa que Dios no sólo camina contigo, sino que te dirige y defiende. En medio de la confusión, Él sigue siendo tu Pastor fiel. Descansa en Su dirección y en Su amor. No es pecado llorar, dudar o estar triste. Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro. No permitas que el dolor te paralice. Hay esperanza más allá de la mala noticia que recibiste y hoy te quebranta.
Camina, aunque sea a paso lento. Dios tiene poder para dar propósito al sufrimiento, enseñanza al quebranto, y resurrección a lo que parecía muerto. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla
