
Muchas veces en nuestro caminar con Dios, pareciera que todo marcha en nuestra contra. Puertas que dábamos por hecho que estarían abiertas se cierran, personas que pensábamos que estarían más cerca de nosotros se alejan y las dificultades y las circunstancias se nos multiplican. La pregunta que podemos llegar a hacernos es: “¿Por qué me pasa esto a mí?” Cuando más nos comprometemos en agradar a Dios y hacer bien las cosas, lo último que pensamos es que las cosas no nos salgan como esperamos. Ante ésto, las palabras del Señor cobran mucho sentido en medio de la desesperanza: “Ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo.” En el momento en el que Cristo nos llamó, nos apartó con propósitos eternos. Entonces, aunque sea muy grande la oposición que enfrentemos, no olvidemos que el mismo Jesús experimentó rechazo, fue incomprendido, traicionado y despreciado. Pero el final de la historia es un capítulo de Víctoria. Él venció al mundo para que tú también puedas vencer.

El rechazo y las pruebas que enfrentamos no son señales de que Dios nos abandonó, sino la evidencia de que pertenecemos a un reino diferente. Jesús no sólo nos llamó, sino que prometió caminar con nosotros en cada paso del camino. Cuando sintamos que las fuerzas se nos van, miremos a la cruz. Ella nos muestra la prueba más grande de su amor, una forma de recordarnos, que nuestra vida tiene un valor incalculable. Aunque pienses que las cosas no están saliendo como esperabas, tus oraciones parecieran que no reciben respuesta o los sueños que tenías parecen desvanecerse, Jesús tiene cuidado de ti, ve tus lágrimas, conoce tus luchas y nunca se olvida de sus promesas. No estás sólo, Jesús cargó con todo el dolor, la vergüenza y los fracasos, para que pudieras levantarte con sus fuerzas. Es hora de levantarte. Una prueba no define tu destino, aunque el enemigo quiera verte rendido, Dios te está llamando a avanzar. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.
Pr. Jose Angel Castilla
Una respuesta
Bello mensaje de aliento, esperanza y fortaleza. Gracias pastor José Angel. Fuerte abrazo Iris Angel