Una lucha incansable

Jacob se quedó solo luego de dejar a su familia y sus pertenencias y libra una intensa lucha con Dios, o como los estudiosos le llamarían: Teofania, es decir, una aparición de Jesucristo en el antiguo testamento. Peleó entonces este hombre directamente con Jesús y en medio de esa lucha, el Señor quería de Jacob, toda su autosuficiencia orgullosa, intrigante y carnal. Por eso descoyuntó su muslo, dejándole cojo de aquel lugar de encuentro al que nombra Peniel. A veces, sentimos que realmente podemos contender con Dios y ganarle. No hay rebelde por mucho que se sienta triunfador, que le gane una batalla a Dios. Jacob antes de llegar a ese momento, le tocó librar muchas batallas mentales, emocionales y espirituales. Una de esas peleas fue contra Isaac su padre, que no le quería bendecir, pese a que Dios le había dicho que sería el bendecido.

Jacob era gemelo con Esaú, el cual nació primero. Luego detrás y agarrado a su talón, nace Jacob. En aquel tiempo, la bendición y la herencia le pertenecían al primogénito, aunque lo fuese por un minuto. Al Esaú salir de primero, la ley y la tradición decían que él era el bendecido; pero antes de nacer, Dios le dice a su madre: El segundo es a quien yo bendije. Es así como Jacob, naciendo segundo, es el bendecido y escogido por Dios. Isaac, por seguir la tradición, aun por encima de lo que Dios le había dicho, bendijo a Esaú por ser el primero. Isaac en el contexto de esta historia, representa a quien retiene lo que nos pertenece, porque nos lo entregó Dios. Otros quizás, están disfrutando lo que te pertenece, sea por tradición o favoritismo. Recordemos que Rebeca preferia a Jacob e Isaac a Esau. Imagina vivir sabiendo que tú eres el bendecido por Dios, pero pese a eso, te toca pelear toda le vida, por “esa bendición”.


Jacob peleó con su tío Labán y le tocó trabajar 14 años por el amor de su vida. Fueron tantas las peleas de éste hombre en su proceso de transformación, antes de convertirse en el patriarca y hombre de Dios que terminó siendo. No dañes tu corazón pensando en lo que otros disfrutan, no le des cabida a más pensamientos de amargura y rabia por lo que sientes que te ha sido quitado. No hay mejor reparador y quien nos restituirá con justicia, que nuestro buen Dios. A pesar de que han pasado los años y hayas sentido la bendición lejana, espera lo mejor de parte de Dios. Aunque tardare llegará porque tiene tu nombre. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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