El rostro de la decepción

Cuando vivimos la amarga experiencia de la decepción por lo que alguien nos dijo o hizo, de seguro nos hicimos altas expectativas en cuanto al apoyo, la sinceridad, el amor, la lealtad o la comprensión que esperamos, pero sentimos que nos fallaron. En momentos así, debemos fijar nuestra mirada al cielo y recordarle a nuestra alma, que sólo Dios es completamente fiel, perfecto y él nunca nos fallará. Todas las personas fallan amado lector. Lo más importante de esa experiencia desagradable, es que podemos aprender a perdonar, a crecer y a acercarnos más, al dueño del único amor que nunca fallará: Cristo. ¿Qué persona, no cumplió tus expectativas y dejaste de confiar en ella y por eso te has entristecido, desilusionado y enojado? Te has preguntado: ¿Por qué nos duele tanto sentirnos decepcionados? De seguro hubo mucha inversión emocional y nunca nos imaginamos que esa persona actuaría como lo hizo. Decepcionarse se puede semejar al sentimiento de que algo se rompió dentro de nosotros. Nos decepcionamos por la traición o la falta de ética de alguien. Cuando un ser querido nos falla en el momento en que más esperábamos que estuviera, nos sentimos rotos.

De igual manera cuando tendemos a idealizar a los demás, minimizamos las fallas y no vemos los errores. En el momento en que nos damos cuenta de que esa persona tiene otros valores diferentes a los nuestros, sentimos decepción. En la relación matrimonial, cuando la pareja no cumple lo que un día se prometió, o un día se comienzan a tratar con indiferencia, pueden decepcionarse uno de los dos cónyuges. Ésto al cabo del tiempo genera resentimiento que daña el buen clima de comunicación que debería existir entre ambos.
La decepción es una experiencia inevitable, que podemos canalizar de manera positiva; ya sea para crecimiento espiritual, fortalecer la fe y practicar el amor con los demás así como nos lo enseñó Jesús. La Biblia nos muestra que incluso los más fieles, sufrieron grandes decepciones. David fue traicionado por su hijo Absalón, Jesús fue negado por Pedro, José lo traicionaron y vendieron sus propios hermanos. La decepción no significa que nuestra fe sea débil, sino que vivimos en un mundo donde el pecado, el egoísmo y la imperfección existen. Aunque te cueste, te invito a perdonar el dolor que te causaron. Recuerda que Dios no ha terminado contigo.

Pr. José Ángel Castilla

Mañana no te pierdas un nuevo episodio de Cápsulas de fe. Aquí te dejo el episodio de la semana pasada por si no lo pudiste ver:

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Recuerda que Dios no ha terminado contigo

Pr. José Ángel Castilla

 

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