Cuando mencionamos la palabra Corazón, pensamos automáticamente en un órgano vital, muy importante e imprescindible. Tan vital es, que si se detiene morimos. Podemos subsistir con un pulmón, un riñón, nos pueden extirpar la apéndice, la próstata o la vesícula y seguimos viviendo. Pero no podemos vivir sin corazón. Este motor que Dios nos dio, bombea la sangre a todo nuestro cuerpo. En esta entrada de hoy, no me quiero referir al órgano físico, sino al centro de nuestras emociones, sentimientos, pensamientos y actitudes. La palabra Corazón según los griegos, significaba: \”Centro\”. El rey Salomón, cuando escribía el libro de proverbios, nos entregaba como enseñanza, que el corazón determinaría el rumbo de nuestra vida. Muchos desconocen esto y caminan perdidos y sin dirección, porque su corazón perdió el norte, por falta de sueños, prioridades y determinación.
El corazón no sólo dirige nuestras emociones sino todo lo que seremos en la vida. Por eso Dios quiere que lo cuidemos. ¡Es una prioridad! Recuerda que un día le dijiste a Jesús que lo hiciera su morada. Lo que determinamos hacer, nace del corazón. Tenemos la responsabilidad de decidir correctamente. Lo que establecemos en el corazón, influenciará todo lo que hagamos. Uno de los recuerdos más dolorosos de mi infancia, ocurrió a los cinco años. Mi padre me sentó en sus piernas y me dijo que se iba a separar de mi mamá. No lloré, pero mi corazón se llenó de miedo y angustia porque no entendía lo pasaba entre ellos y el futuro que me ocurriría. Aquella confesión, me dañó emocionalmente y me encerró en una cárcel de dolor y resentimiento por lo que escuché de mi papá. Crecí con amargura, falta de perdón y odio por él. Lo llegué a culpar por todo lo malo que me pasaba o las oportunidades que no se me daban.
El rumbo de mi vida lo estaba determinando, la amargura que llevaba dentro de mi corazón. El milagro instantáneo lo hizo Dios, cuando le conocí y le recibí como Señor de mi vida. Pude perdonar a mi padre y fui libre. El perdón nos libera ya que se rompen cadenas de opresión fruto del odio. Hoy mi corazón está determinado por el amor del Señor y no por la rabia y el odio tan fuertes con los que luché en mi niñez. Eres responsable amado lector, por lo que alojas en tu corazón. El rumbo de tu vida, lo determinan las correctas decisiones que tomes. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación a tu correo electrónico, cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de esta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla
El tener mi confianza en el Señor me hace sentir confiada. En la iglesia donde asisto ayer se cerro un tiempo maravilloso, durante 21 días el Señor trato varias áreas de mi vida, sin embargo el último día que espera fuera extraordinario… sucede algo, mi hija enferma y desde el sábado pase en vela con ella, tenía dos opciones lamentarme y llorar creyendo que fue en vano la temporada o definitivamente confiar en aquel que puede cambiar nuestras circunstancias. Decidí no dejarme vencer e hice un día en familia maravilloso, no nos movimos de casa; pero oramos, vimos el servicio por TV y consagramos nuestra familia, con la certeza que Dios habita en ése corazón que decidimos guardar para él. Mi hija ya hoy, es sana gracias a nuestro Señor.
Gracias por tu comentario. Gloria a Dios. Te bendigo.