La amistad viene de Dios

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Cierro éste mes en el que se celebra en Colombia, el día del amor y de la amistad. Corono dedicando una entrada a éste día especial, ya que a raíz de la celebración de amigo secreto con el equipo pastoral de mi iglesia www.cbint.org en la que estuve ayer, el Señor me dirigió a no terminar el mes sin escribir al respecto. Dedico ésta reflexión a todos los que me llaman amigo y admiran, honran y respetan el ministerio que Dios me dio. A mis amigos cercanos, a los lejanos, a los antiguos, a los nuevos, a los que olvidan cumpleaños y momentos especiales, pero cuando aparecen, sus gestos y palabras te hacen borrar sus omisiones. Y finalmente a ustedes, mis fieles lectores: un gran abrazo de amistad.

El Señor se dio por aquellos a los que llamó amigos. Fueron tres arduos años de formación del carácter, de servirles e impartir sabiduría, lealtad y confianza, compartiendo el plan de salvación y las cosas secretas que el Padre le entregó. Esas revelaciones las recibieron sus discípulos en primicia. Considero la lealtad un pilar clave de la amistad. Un buen amigo te guarda, te aconseja, te da la mano en el momento adverso, te conoce y respeta tu personalidad, de tal forma que no lucha por cambiarte a la fuerza, sino que te modela e inspira a ser más como Jesús. ¡Amigos leales cuesta conseguirlos! No los dejes ir cuando aparezcan en tu vida, ya que son un tesoro preciado del Señor.

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Es triste ver cómo las relaciones de hoy, se fundamentan en intereses egoístas que hacen que la vida de ellas, muera al poco tiempo de concebirse. Aprendamos a escuchar y ser empáticos a la necesidad de otros. ¡El mundo no gira en torno a nosotros! El fiel amigo es hermano en la angustia y compañía en la adversidad. Amigos así Dios me ha regalado. Algunos los conozco hace cerca de veinticinco años, crecimos y maduramos juntos. Algunos no tienen que pedir permiso porque lo tienen más que concedido. Con un simple: ¿Cómo estás José? Abren de inmediato la llave de mi corazón.

Aprende a desarrollar círculos de sana amistad donde lo más importante no sea el ser servido, sino el servir tal y como Jesús lo hizo por sus discípulos. Híncate, toma agua, una toalla y date a la tarea de servir a los que llamas amigos. Lavar los pies no implica hacerlo al pie de la letra. A través de actos de cuidado, podrás honrar la vida de personas marcandoles de forma tan especial, que nunca lo olvidarán. No pierdas la motivación y ten claro que mientras les honras, lo haces primeramente para el mejor de los amigos: Jesucristo.

En el camino unos llegarán, pero otros se marcharán. De algunos tomaremos y ellos de nosotros. Otros nos harán daño y dolerá, pero debemos perdonar y dejar que sigan su camino. Si es posible restaurar relaciones rotas, has todo lo que más puedas. A los que decidan quedarse, míralos con benignidad, como un regalo fraterno de Dios y amalos para toda la vida. ¿Estás listo para elevar el valor de la amistad a este nível? Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Honra y sorprende a un amigo en éste día. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final.

Gracias por leerme cada día…

Pr. José Ángel Castilla

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