La palabra “tóxico/a” en los últimos años cobró valor en el léxico de muchos y se volvió tendencia para señalar de forma despectiva y ofensiva a las personas que no toleramos y algunas veces no queremos reconocerlo. En el fondo y sin darnos cuenta, todos tenemos algo de tóxicos en mayor o menor medida. El artículo de hoy, lo dedico a nuestras familias, siempre en aras de aportar a la construcción y mejora de nuestras relaciones con ellos. ¿Creciste o convives actualmente en medio de una familia tóxica? La persona víctima de familiares tóxicos, tiende a refugiarse en amigos o relaciones sentimentales, para lidiar o palear el mal ambiente donde vive. Las familias tóxicas provocan tanto malestar en sus miembros, que repercuten emocional y mentalmente en cada uno de ellos. Se hace necesario reestructurar la forma en la que nos relacionamos y comunicamos, colocando límites y dosificando el tiempo en el que se comparte con los miembros de la familia. Decimos que una familia es tóxica, cuando existe un sistema complejo de pautas, vínculos y dinámicas que van deteriorando el bienestar entre sus miembros. Una familia así, daña la salud física y mental de quienes la integran.
Familias rígidas en donde las reglas de convivencia son arbitrarias, no admiten cambios y no se respeta a sus miembros tienen características tóxicas. Así como otras en donde los padres son autoritarios y los hijos están anulados y no tienen voz para expresarse. También cuando los miembros de la familia, evaden tocar temas que encienden discusiones y no hay voluntad para resolver los conflictos, perturba la buena dinámica de comunicación de la familia. Para liberar la toxicidad en nuestras relaciones de familia, necesitamos reconocer delante de Dios que estamos heridos u ofendidos por algo que algún familiar nos hizo o dijo y eso lo llevamos guardado y tapado por mucho tiempo. Una herida oculta y no tratada, jamás sanará o no se curará bien. Abracemos el amor de Dios y su gracia, que nos lleva a entender que por ella recibimos lo que no merecemos, pese a nuestros errores y múltiples equivocaciones. Permite que el Espíritu Santo te muestre esas áreas tóxicas del corazón que te impiden llevarte bien con tu familia.
Renuncia a toda culpa y perdona a quien te falló. Entiende que los miembros de tu familia a pesar de llevar tu sangre y parecerse a ti, pueden pensar diferente y tener una forma de ser distinta a la tuya y no por eso debemos de dejar de amarlos y tolerarlos. Recuerda que Dios no ha terminado contigo y te ama profundamente a ti y a tu familia.
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Pr. José Ángel Castilla.