
Sentirnos tristes no es señal de debilidad o de falta de fe. La Palabra de Dios, nos muestra que hasta el Señor experimentó la tristeza profunda. En el huerto de Getsemaní, momentos antes de ser entregado, él confesó a sus discípulos que su alma estaba “Muy triste, hasta la muerte”. Sólo puedo decir ante esta expresión amado lector, cuan sincero fue Jesús, que en ningún momento, escondió su tristeza, su dolor y mucho menos fingió haciéndose el fuerte. El Señor expresó sus sentimientos y buscó compañía. Esto nos enseña que sentirnos tristes no es pecado, pero sí nos hacemos un profundo daño emocional, el callar y enfrentar sólos nuestra tristeza. No calles más tu dolor, valida lo que sientes y exprésalo con sabiduría. Una de las mayores
armas que utiliza el enemigo de nuestras almas, es hacernos pensar que si compartimos nuestros sentimientos, seremos juzgados, rechazados o menos espirituales. ¡No creas más esa mentira! Aprendamos de Jesús. Él mismo mismo nos dió el ejemplo de abrir el corazón en momentos de tristeza.

Él Señor buscó a Pedro, a Jacobo y a Juan y les pidió que velaran con Él. Si bien le fallaron en acompañarlo como era debido, éste gesto del Señor, nos deja una gran enseñanza acerca de tener cerca a personas confiables, maduras en la fe, que puedan escucharnos, orar con nosotros y guiarnos en amor. Callar el dolor no trae sanidad al corazón, sino que nos genera una profunda raíz que amarga el alma. Temer a lo que piensen los demás o sentirnos espiritualmente débiles, nos hace daño. No guardemos el sufrimiento como una carga que debemos llevar en silencio. Jesús, en el momento más angustiante, no se escondió, no fingió que todo estaba bien. Él abrió su corazón y dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”. Hablar lo que nos duele no es señal de debilidad, sinó es un acto de valentía. Dios nos creó como seres emocionales, con la capacidad de sentir, expresar y compartir nuestras cargas. No luches más sólo. Aunque el enemigo quiera aislarte, el Espíritu Santo te rodeará de personas maduras espiritualmente para ayudarte a levantar. Recuerda que Dios no ha terminado contigo.
Abrazo fuerte para todos.
Pr. José Ángel Castilla