Una restauración total

Doce años de gastos médicos y tratamientos fallidos pero nada le funcionó. Años de sufrír, aislada y rechazada por su padecimiento, ya que en la cultura judía, una mujer con flujo de sangre era considerada ritualmente impura. No podían asistir al templo, ni tampoco participar en actividades sociales. Por consiguiente nadie podía tocarla ni interactuar con ella porque todo lo que tocaba era considerado impuro. Ésta fue la condición de la mujer de flujo de sangre descrita en el evangelio. Había perdido las fuerzas y toda esperanza de ser sana de su enfermedad. No tenía nada más qué perder, por eso un día irrumpe entre la multitud que se agolpaba para estar cerca de Jesús y toca el borde de su manto. Ella no desaprovechó la oportunidad y optó por acercarse y creer que si tan sólo tocaba sus vestidos, recibiría la respuesta al milagro de sanidad que le había sido esquivo a través de la medicina convencional. Dedico en éste día éste artículo para todos los que están esperando un milagro de sanidad física para ellos o algún miembro de sus familias.

Jesús sintió que de él brotó un poder especial, una manifestación sobrenatural provocada por la fe de una mujer enferma, que no tenía nada más para perder. Toda su esperanza la puso en el autor de los milagros. Y es que fue esa fe, la que la empujó a abrirse paso entre la multitud para tocar el manto del Señor. Ábrete paso amado lector, entre la multitud que critica, que duda, que te ha visto fallar, perder, sentirte fracasado y con las manos vacías. Corre tras los pasos de Jesús que camina delante de ti. Toca con fe sus vestiduras y cree que su plan perfecto de sanidad física, emocional y espiritual se desata sobre tu enfermedad. Tu fe te llevará a recibir honra y reconocimiento. Los discípulos de Jesús respondieron con lógica a su pregunta: ¿Quien me ha tocado?, sencillamente diciendo: Fue la multitud. Muchos tocan a Jesús, pero no lo tocan con fe.

Es que la fe de una mujer invisible y despreciada, la convirtió en una nueva persona. Su fe la hizo visible y fue restaurada su salud e identidad. El Señor le dio un lugar en el Reino llamandola: “Hija”. Ésta fue una restauración total, porque cuando Jesús te mira, no ve tu pasado, ni tu condición, ni tu vergüenza, Él mira un corazón que necesita ser saciado. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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Pr. José Ángel Castilla

 

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