Rechazo

Por mucho tiempo luché contra las heridas del rechazo. Sentía que no encajaba en ningún lugar y que por mucho afecto que pudieran darme mi familia o los amigos, no me era suficiente. Crecí con dolor en mi corazón, resentimiento y amargura en el alma debido a la falta de perdón. El rechazo me llevaba siempre a hacer para los demás y así sentirme merecedor del cariño y la aceptación de las personas. Hoy dedico éste artículo a todos aquellos que han experimentado la burla, el odio y el señalamiento de los demás. Definimos: “Rechazo”, como la ausencia de amor significativo y de aceptación incondicional. Si alguien condiciona el amor que nos da, canjeandolo con actitudes y comportamientos de nuestra parte, ese amor no es incondicional y es una expresión de rechazo. Todos hemos vivido experiencias de desprecio. El amor es la fuerza más grande que existe, pero el rechazo es su antónimo y causa una profunda brecha en nuestras emociones, determinando así muchas de nuestras actitudes y comportamientos de hoy. Sólo cuando recibimos el abundante y rico amor del Señor, podemos ser libres del diabólico: “Espíritu de rechazo”.

Somos una obra en construcción en manos de Dios. Debemos guardar el corazón, para no abrir puertas al “ingrato y dañino huésped emocional del rechazo”. Por esta razón una de las bendiciones prometidas del Señor en el Sermón del monte, estuvo especialmente dirigida a los excluidos, burlados, odiados y maldecidos. A esos que se ubican en cualquiera de esas 4 categorías, Jesús les promete una bendición especial. En la cruz del calvario, fue quebrantada toda maldición, por tal motivo nada puede dañarnos. Ni las especulaciones o críticas, ni las burlas o el bullyng, ni el odio o el desprecio de la gente, NADA podrá superar el amor de Dios a través de la persona de Jesús. Los cristianos primitivos fueron apartados, experimentaron vituperio y fueron acusados de canibalismo, porque tomaban de la Cena del Señor. Sus enemigos que les perseguían a muerte, les trataban de inmorales, fanáticos y eran odiados. En la antigüedad convertirse en cristiano, era causa de división entre las familias. Se consideraba una traición hacerse discípulo de Cristo.


Nadie ni nadie sobre esta tierra, tiene el poder para dañarnos, a menos que nosotros se lo entreguemos. Quítale el poder que le entregaste a la exclusión, al odio y el rechazo de los demás. Por causa de seguir a Jesús, quizás recibamos “desprecios y vejámenes gratis”, pero no temas, porque seremos bienaventurados por causa de seguirlo. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla

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2 Respuestas

  1. Amén, pastor. El amor de Dios es grande y maravilloso tanto, que nos sana de todas nuestras dolencias emocionales, se que nos Es fácil quitar nuestra mirada del dolor y de aquellos que nos han hecho daño, pero cuando ponemos nuestra mirada es nuestro Señor, el nos reconforta y llena de tal manera! Que el dolor se convierte en agua que pasó, nos queda un agradecimiento eterno a nuestro Padre y un tanto amor en nosotros que sólo podemos compartirlo con otros. Bendiciones y excelente semana.

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Pr. José Ángel Castilla

 

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