
El salmista David experimentó muchos momentos en donde pudo sentir miedo. Fueron instantes de persecución, intimidación, injusticias, arrestos y soledad.
Salmo 56:1-3
“Oh Dios, ten misericordia de mí, porque la gente me acosa. Mis enemigos me atacan todo el día. Los que me calumnian no dejan de acosarme, y muchos me atacan descaradamente. Pero cuando tenga miedo, en ti pondré mi confianza”
Creo que todos los que me leen, han sentido y experimentado lo mismo. Momentos en donde los compromisos financieros nos acosan, los ataques a la salud o al ánimo, aparecen como visitantes indeseables. Cada momento de conquista y victoria tuvo primero un lobby de sacrificios, luchas y entregas. La vida es difícil sobrellevarla sin Cristo. Por eso lo necesitamos a él cada día, ya que él es la fuente de paz y de confianza de nuestra vida. David abrazado a Su Roca eterna escribió: “Cuando tenga miedo, en ti pondré mi confianza”.
Cuando sentía miedo, David ponía su confianza en Dios y sólo el poder y la seguridad que le brindaba el confiar, lo llevó a enfrentar sus miedos. Mira tus miedos a la distancia, como si literalmente estuvieras en la luna y tus miedos en la tierra. Mantenlos en el limite y bien lejos de ti, porque no tienen el poder, a menos que tú lo entregues. También es importante hablar y desahogarte, con alguien que te brinde la seguridad y te sientas blindado para hacerlo. Reconoce tus miedos y ponles el nombre que realmente tienen. Son emociones y reacciones, pero no son tragedias a punto de ocurrir. En ninguna circunstancia te identifiques con el miedo, ni lo abraces como algo a lo cual asirte y protegerte. Si el Señor está con nosotros, ¿Quién podrá estar en contra nuestra? Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla
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2 Respuestas
Amén! este pasaje y comentario Pastor, me hacen recordar una temporada de mi vida.
Hace un año viví una experiencia tan aterradora cómo el estar parado frente al mar, y ver una ola gigante que se acerca hacia ti, creciendo y creciendo, queriéndote arrastrar. Pero tú solo te quedas parado esperando en fe, que el Señor venga a sacarte y no te mueves hasta que la fe se convierte en confianza. Tus pies se arraigan en la arena frente a esa ola, cada vez más alta y cerca de ti, ahí, viendo la ola lo único que dices es: El llegará, el Señor vendrá, no me dejará perecer. Alli aprendí, que con la fe agradamos a Dios, pero el confiar en el Señor hasta el punto de poder perecer, determina lo que pasará. Dios nos llevará a ser como árboles plantados a la orilla del río. Lo bendigo Pastor.
Amen, hay luchas internas que son muy fuertes…aveces no tenemos ese alguien con quien desahogarnos, esa persona que nos pueda escuchar y que sintamos que nos puede ayudar a blindarnos…Solo Jesús nuestra roca fuerte, y el espíritu santo nuestro consolador…Gracias pastor por ayudarnos a levantar nuestra mirada en medio de las aflixiones hacia nuestro creador.