La mano del Señor es poderosa. Ver su soberanía y poder en medio de los momentos difíciles, es reconocer cuán bueno y poderoso es Dios. Nada le queda pequeño a Él y su grandeza supera cualquier problema que podamos enfrentar. Mide tus adversidades con la cinta métrica de Dios y siempre las verás pequeñas. Nada ni nadie podrá comparar el tamaño del poder, de la grandeza y de la soberanía de nuestro buen y sabio Dios. Por eso debemos confiar ciegamente y soltar el deseo de ejercer control y creer en Su Providencia, sabiendo que Él puede cambiar diagnósticos, derribar y aplastar a nuestros enemigos, conectarnos con personas en citas divinas y con propósito. El Señor es tan poderoso y grande, que puede transformar el instante más desconcertante, para nuestro bien y para Su gloria.

No siempre es fácil confiar, cuando sentimos como si nos ahogáramos. A veces las olas golpean tan duro que nos cuesta salir hacia la superficie. Es allí cuando más debes aferrarte a Dios y no soltarte de él. Lo que sí tienes que hacer es soltar el control y descansar en Aquel que te llevará por el buen camino que ha trazado para nosotros. Experimenta el alivio y la paz que significa confiar en la protección divina. Hay un sensación de confort al corazón, el confiar en Jesús como nuestro protector. Dios nos ama más allá del entendimiento y sus designios son inescrutables.

Las olas pueden cambiar su tamaño pero siempre se debilitan al llegar a la playa o a las rocas. Mira al Señor levantándose sobre el oleaje y extendiéndote Su mano, para brindarte la seguridad que necesita tu corazón en el momento de más inestabilidad y desconfianza. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada. Reenvía el enlace de ésta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final en la caja respectiva. Abrazo fuerte para todos y feliz fin de semana.

Pr. José Ángel Castilla