Son inevitables las circunstancias que se presentan en nuestra vida, que terminen sacudiendonos por completo. Movimientos que buscan desestabilizar nuestra fe y nuestro enfoque puesto en Jesús, el único autor y consumador de todo aquello en cuanto creemos. Aunque todo se nos remueva, no colapsaremos mientras estemos cimentados en CRISTO JESÚS, nuestra: ROCA ETERNA. Leía amado lector, acerca de un marino que sufrió un naufragio. Una fuerte y terrible tempestad, hizo volcar su embarcación y con mucho esfuerzo, logró  llegar a una pequeña roca y escalarla. Allí permaneció durante muchas horas. Pasado el tiempo, cuando al fin pudieron rescatarlo, un amigo suyo le preguntó: ¿No temblabas de espanto por pasar tantas horas en esa situación tan precaria? Sí, le contestó el náufrago, la verdad es que temblaba mucho; pero ¡la roca no! Y esto fue lo que me salvó.

Al reflexionar en la historia de éste náufrago, llegamos a la conclusión de que siempre debemos tener la seguridad de “estar sobre la Roca”. El salmista en el pasaje de hoy, nos muestra al Señor como esa Roca de salvación y refugio en medio de los momentos difíciles que atenten contra nuestra fe. Es normal que vengan problemas que nos sacudan y nos quieran derribar y debilitar. Todos ellos son parte de la vida; sin embargo, si permanecemos sobre la verdad de la Palabra de Dios, ella será la roca que nos de la estabilidad emocional y espiritual que necesitamos para no caer. La Roca eterna donde nuestra casa espiritual se funda, por más que los vientos soplen fuerte, no se moverá. Dios es nuestra fortaleza en tiempo de angustia, aferrarse a Él nos dará la seguridad y la fortaleza que necesitamos, para salir adelante. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla