La palabra Bienaventurado denota a alguien feliz, con plenitud y satisfacción en su corazón por Dios. Un hombre temeroso del Señor y que se deleita en Sus mandamientos, nunca sentirá el obedecer la Palabra de Dios, como una carga o una tarea a cumplir, sino que experimentará gozo en el corazón por acatarla. Alguien feliz en Dios, le teme y El secreto de esa felicidad está en la reverencia y placer de hacer Su voluntad. Este temor reverente es generacional, es decir, que afectará también a nuestras futuras generaciones. Nuestros hijos y nietos, serán una descendencia poderosa, influyente, firme y estable. La bendición de Dios, no se refiere sólo a beneficios materiales, sino su favor, honra y legado espiritual. Las riquezas materiales son pasajeras, pero la justicia y la rectitud del justo son eternas, porque trascienden ésta vida. He allí donde encontramos el equilibrio, Dios es el dador de todo, pero lo más importante es tener un carácter justo e irreprensible.

Ser los justos del Señor, no nos hace estar exentos de dificultades, pruebas e injusticias, pero pese a todas ellas, siempre resplandecerá en nosotros la luz de Jesús. Tres cualidades que reflejan el carácter divino en nosotros:

Clemencia: saber perdonar y ser pacientes.

Misericordia: estar prestos para ayudar al necesitado.

Justicia: actuar con rectitud, sin corrupción.


Éste pasaje de hoy, nos muestra que la verdadera felicidad se haya en el TEMER y AMAR a Dios. Esto trae como consecuencia, muchas bendiciones personales, familiares y generacionales. Aunque vengan pruebas, el justo refleja la luz de Cristo siempre. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla