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En el sermón del monte, Jesús nos entrega instrucciones precisas respecto del cómo dar, ayunar y orar. Cuando enseña respecto a la oración, hace la claridad de que no oraran como lo hacían los hipócritas, que amaban hacerlo de pie en las sinagogas y en las esquinas. En los tiempos bíblicos, los judíos hacían oraciones públicas o en las esquinas, en las horas señaladas para la oración y era a las 9am, al medio día y a las 3 pm. Estas personas a los que Jesús llama “hipócritas, oraban con una motivación equivocada. Su intención era SER VISTOS por los demás y buscar su reconocimiento, pero no el de Dios. Cuán falso podemos llegar a ser entonces, si la motivación cuando oramos en una reunión o en la iglesia, es la de IMPRESIONAR a otros con nuestra elocuencia y falso crecimiento espiritual y no la de derramar genuinamente el corazón ante Dios.
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Orar de esa forma, es usar a Dios como la herramienta para impresionar a otros. Y esa entonces es la recompensa de los que oran con esa intención: SIMPLEMENTE SER VISTOS. La verdadera oración debe ser realizada con fe y creyendo que por esa fe, seremos recompensados y veremos milagros de parte de Dios a nuestro favor. Dios ama que podamos intimar con él en lo privado donde nadie más pueda vernos y así sólo lo podamos IMPRESIONAR a Él. En el idioma griego antiguo, la palabra “aposento” era usada para el almacén donde se guardaban los tesoros. Esto nos indica entonces, que hay tesoros esperándonos en nuestro aposento de oración. Ora entonces amado lector con toda tu fe, en el nombre de Jesús y creyendo en lo sobrenatural de nuestro poderoso Rey eterno. Recuerda que Dios no ha terminado contigo.
Pr. José Ángel Castilla