Cara a cara

Hoy título este artículo con el nombre de esta canción de Marcos Vidal que describe un encuentro personal y el deseo de crecer en la búsqueda del Señor. La relación con Dios no difiere del amor que tú puedes sentir por otra persona, porque Dios es un Dios personal y su infinito amor llena a profundidad el corazón que se rinde para él. No se te olvide que con el Señor, puedes intimar en palabras, expresiones de cariño propios de un hijo que le ama y espera de su padre eterno lo mejor. Algunos se quedan en una relación con Dios basada sólo en lo que pueden obtener de él. Entonces el Señor opera como cajero automático, que dispensa bendiciones cada vez que colocas tu clave secreta que en este contexto la llamo nuestra oración. No está mal que le pidamos a Dios, pero también debemos acercarnos a él porque le amamos y deseamos su llenura, su sabiduría o Su poder. Qué nivel espiritual tan especial pedir cosas así.

Mas allá que solo pedir y pedir porque la palabra nos dice que pidamos, está también el amarlo, el sentirlo que puede abrazarte, tocarte y llenar los vacíos emocionales. He allí donde necesitamos crecer y en algunos comenzar el kínder de la presencia del Señor. Conociendo las primeras letras de una historia que comienza mientras vivimos en esta tierra, pero no termina nunca, porque le amaremos por toda la eternidad. El patriarca Jacob, tiene un particular encuentro con un ángel en el que libra una incansable batalla que no hubiera terminado nunca, a menos que el ángel no le hubiera tocado un tendón de su cadera, dejándole cojo. Por eso le llama a aquel lugar: \”Peniel\”, porque tuvo un encuentro cara a cara con Dios. Pasa del nivel de sólo acercarte a Dios para pedir y llega al nivel de revelación, de crecer en amor e intimidad con él.

Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación en tu correo electrónico, cada vez que suba un nueva entrada. Reenvía el enlace de esta reflexión a tus amigos y familiares. Deja tu comentario al final del blog. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla