
Hay momentos en que experimentamos que perdemos las fuerzas y éstas trascienden a nuestra vida espiritual en donde ni para orar sentimos ganas. Vivir ésto es agotarse nuestras y sentir que nuestro ánimo se apaga y el corazón se nos cierra. Dedico éste artículo para todos aquellos que corren y corren y se sienten sin aliento. Ésta experiencia no significa que nos falte la fe o estemos cometiendo un grave pecado. Es un sutil ataque de las tinieblas trayendo desánimo espiritual. Ese tipo de luchas que son más internas que externas, nos van silenciando poco a poco y ésto llega hasta lograr oraciones débiles y una pasión menguada por servir a Dios. No te dejes caer amado lector, ¡Sigue adelante!
La palabra desánimo, viene del latín des-animus y significa sin alma, sin aliento. Ésta experiencia la vivió el gran restaurador de los muros de Jerusalén en el antiguo testamento: Nehemías.

Mientras él trabajaba y obedecía la voluntad de Dios, sus enemigos no usaron armas ni espadas para detenerlo; usaron palabras de desánimo. Lo atacaron diciendo que él y el pueblo que lo apoyaba se cansarían y sus fuerzas no les alcanzarían para culminar la obra de restauración. En el fondo, los enemigos de ésta importante obra, querían sembrar miedo, debilidad y frustración en el espíritu de los restauradores . Ellos sabían que si lograban apagar su corazón, les harían abandonar la obra. ¡Tremendo ésto!
Siglos después, esa sigue siendo una de las estrategias más efectivas del enemigo de nuestras almas. Él quiere hacernos sentir que nada tiene sentido, que nuestras oraciones no serán escuchadas y que lo que hacemos para Dios no vale la pena. No estamos solos, daremos mucho fruto, ningún pensamiento diabólico que quiera entra en nuestra mente, podrá absorberlo nuestro corazón. Recuerda que Dios sigue obrando y aún no ha terminado contigo. aunq
Cuando el desánimo intente secar tu voz, el Espíritu Santo soplará un nuevo aliento sobre ti. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla