Quien recibe a Cristo como Rey y absoluto Señor de su vida, deja de ser un huérfano espiritual y se constituye en un HIJO ADOPTADO Y COHEREDERO junto con CRISTO.
Nuestra identidad espiritual entonces, no depende de lo que diga el mundo, sino de lo que nos enseña el Padre.
Jesús nos liberó de la oscuridad, del dominio de Satanás y del temor.
Vivimos ahora en libertad y autoridad en Cristo. Un huérfano es aquella persona que no sólo perdió a uno de sus padres biológicos o a ambos; sino que también es aquel estado emocional y espiritual en donde una persona vive, sintiéndose sin respaldo, sin identidad y sin dirección.
En la Biblia, la orfandad espiritual es un tema profundo, por eso Dios se revela como Padre y el Espíritu Santo lo hace a través del Espíritu de adopción que nos sella como verdaderos hijos de Dios. Nadie entonces nos puede arrebatar de las manos de Dios.
Una de las consecuencias más comunes de la orfandad, es una identidad fragmentada o inestable. Toda persona huérfana, sea natural o espiritual, adolece de figuras de afirmación y ésto genera en ella confusión, acerca de su valor y propósito. Otra consecuencia es el deseo profundo de aprobación. La persona que vive con mentalidad de huérfano, quiere siempre agradar a todo el mundo, busca ser aceptado, teme decepcionar a las demás personas y siente que debe ganarse el amor.
El Espíritu Santo es entonces: La firma, el anticipo y la garantía de parte Dios, de que seremos redimidos futura es completamente segura. Somos hijos y el sello de amor del
Espíritu, nos capacita para amar a Dios y la gente, con un amor real, profundo y también perdonar a las personas difíciles de amar, sirviéndoles con alegría. Recuerda que Dios no ha terminado contigo.
Abrazo fuerte para todos.
Pr. José Ángel Castilla
