
Nuestro corazón alberga tesoros de bondad o de maldad. De lo que allí almacenamos por nuestra pésima gestión emocional, nos llevará a capitalizar resentimientos, rencor y odio hacia los demás. En el corazón se atesora también lo bueno y es allí en donde debemos enfocarnos. Bondad o maldad serán dos tipos diferentes de semillas, que terminarán fructificando dos tipos distintos de fruto. La primera y gran manifestación del tipo de semilla que se siembra en el corazón, lo revelarán las palabras. Todo lo que decimos es el brote del terreno del corazón. Por eso Jesús nos enseña que: “Un buen árbol no puede producir frutos malos, y un árbol malo no puede producir frutos buenos”. Todo árbol querido lector, se le identificará por su fruto. Los higos no se recogen de los espinos, y las uvas no se cosechan de las zarzas. Por cuanto el corazón se especializa en atesorar, debemos entonces tener cuidado de todas aquellas cosas que guardamos en él, sean para lo bueno o para lo malo.

Sabiamente el rey Salomón dirigido por Dios, escribe en el libro de Proverbios que debemos guardar el corazón, por encima de toda otra cosa guardada. Medita en el tipo de tesoro que te has encargado de guardar últimamente: Chismes, pleitos, contiendas, mentiras, ofensas, lenguaje irónico, iras, falta de perdón, infidelidades, etc. Todos son pecados atesorados, que nos llevarán a brotar un fruto congruente, a la semilla que un día sembramos. Nada debe sorprendernos, ya que hablamos de lo que habita en nuestro tesoro. Pidamos al Señor que nos ayude a revisar, qué tipo de huéspedes moran en nuestro corazón, que necesitemos pedirles que salgan para siempre. Nuevas semillas necesitarán ser plantadas, para que germinen en nuevos y buenos árboles. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.
Pr. José Ángel Castilla