
Hay instantes en los que nos cansamos de ciertas situaciones repetitivas en la vida, no encontramos respuesta y es allí cuando anhelamos urgentemente que Dios nos hable. En medio del desespero podemos llegar a leer versículos bíblicos y aún así algunos sienten que no le es suficiente. Entonces recurrimos a oraciones en las que pedimos escucharlo de manera clara y contundente. Esa “voz”, queremos que se evidencie a través de señales, milagros asombrosos y respuestas inmediatas a la necesidad que le presentamos. ¿Te ha sucedido algo similar amado lector? Dios en su soberanía y libre ejercicio de su poder, puede guardar silencio y ésto para nosotros, puede resultar abrumador. Pero es en su silencio, donde vivimos una auténtica y real experiencia de transformación. El profeta Elías, luego de haber sido testigo del gran poder de Dios en el monte Carmelo, huye lleno de mucho miedo y desesperación. Sintió soledad, agotamiento y había perdido la esperanza. Pensó que Dios se había apartado de él. Pero en el monte Horeb, recibe una poderosa lección como enseñanza: Dios no siempre nos habla a través del estruendo, sucesos impactantes o aquello poderoso que nuestros ojos puedan ver.

Muchas veces la voz de Dios se manifestará en el silbo delicado y apacible. Quizás hoy atravieses por un tiempo de fuerte clamor y parece como si Dios no te escuchara o te respondiera. Si has sentido que el cielo está silenciado contigo y tus oraciones rebotan sin hallar eco en el corazón del Padre, entiende que cuando Dios se calla, no significa que esté ausente de ti. Ese silencio de Dios significa preparación, él está obrando, te está refinando el carácter y está fortaleciendo tu fe para llevarte a un nuevo nivel de dependencia. Jesús en la cruz, experimentó el silencio del Padre, pero después de ese momento de soledad, vino la resurrección y la victoria.
Recuerda que Dios no ha terminado contigo.
Abrazo fuerte para todos.
Pr. José Ángel Castilla