Las palabras son saetas que al ser lanzadas, tienen un poder para llegar al lugar hacia donde las lanzamos. Si entendieramos el poder creativo que tiene una palabra, cuidariamos mucho lo que decimos y a quien se lo decimos. De la boca puede salir vida o muerte, bendición o maldición.

Partiendo de ese principio del poder de las palabras, ahora le añadiremos la fe. La Biblia define en el libro de Hebreos en el capítulo 11, versículo 1, que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Es muy importante hablar un lenguaje de fe. Eso lo da el sumergirnos en la lectura bíblica. Tenemos que profundizar y lograr que nuestro lenguaje y nuestros pensamientos, se afecten por lo que leemos. Palabras de fé alimentadas de la escritura, cambian nuestra vida para siempre. Lo que no proviene de la fe, es pecado. Si no hablas lo que dice la Biblia, te vuelves un repetidor de palabras opuestas a la fe generando una forma hablar ajena a lo que Dios desea que digamos y seamos.

Dos personas en acuerdo logran muchas cosas. Grandes proyectos y empresas se ejecutan y progresan, Cuando el hombre se pone de acuerdo. Dios desea que nos unamos a pedir por aquello que creemos por la Palabra. Ese el poder del acuerdo. Lo que atamos en la tierra, atado en los cielos será. Ese acuerdo siempre irá sellado con el lazo de su voluntad perfecta.

Las familias deben procurar la unidad. En acuerdo deben clamar a Dios por milagros de provisión, de sanidad, etc. No hay peor cosa que nunca ponerse de acuerdo. Una pareja de esposos y padres también deben de lograr estar bajo el mismo poder del acuerdo para levantar a la familia bajo los principios de Dios.

Si dos no se ponen de acuerdo, como podrán convivir juntos, dice el libro de Amós. Por eso se rompen familias y se acaban relaciones para siempre. Ponte entonces de acuerdo con Dios en todo lo que deseas suceda y procura la unidad, la cual nos enseña la carta de Pablo a los efesios, es símbolo de paz.

Te bendigo. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno.

Pr. José Ángel Castilla