La vida en Cristo no es un juego. Posicionar al Señor como el centro de nuestro corazón, nos hace amarlo y también amar Su Palabra. No existe otra forma de enamorarnos más de Dios, que conociendo su voluntad, promesas, hechos y evidencias contundentes de su poder. Es abrir la escritura y deleitarnos descubriendo a Jesús. En mis inicios de mi vida espiritual, tenía muchas dudas al respecto a la divinidad de Cristo y la forma tradicional de recibir milagros, las cuales aprendí en las tradiciones religiosas de mí familia. Sólo la Palabra, pudo quitar las vendas que tapaban mi visión y que impedían ver a un Dios real que me amó sin reservas. Hoy día, treinta y tres años después de haber rendido mi vida y hacer a Jesús mi centro, también tengo el compromiso diario de leer, estudiar y obedecer Su Palabra. Ella nos insta a orar y a llevar una vida santa. Ser cristiano no es sólo creer, sinó también vivir como Cristo vivió. Él es el centro de nuestro corazón y ésto implica una negación permanente a nosotros mismos y seguirle cada día.

Quien se rinde a Jesus, abandona su propia manera de vivir, toma su cruz y le sigue. Amar la palabra, nos lleva a vivir una vida genuina de fe, porque sin ella sería imposible agradar a Dios. Si te la pasas quejándote y siendo negativo, tarde que temprano, esto se reflejará en tu forma de orar y de relacionarte con Dios y con los demás. Cómo decir que amamos a alguien en el que no confiamos y mucho menos le creemos. La fe es un proceso, es una semilla, una palabra en movimiento que se rompe en el corazón y en lo oculto y secreto comienza a producir un fruto. Hoy te invito amado lector a amar, valorar y creer en la Palabra de Dios como fuente única de verdad. A través de ella descubrirás a un Cristo de poder y amor increíble, que te enseñará a transitar en la vida espiritual para luego llevarte al cielo. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla