Todos de una u otra manera en la vida hemos sido retados a ser exitosos. De hecho nadie en esencia quiere fracasar en aquello que emprende. A todos nos gusta que nos vaya bien y tengamos “éxito”. La única diferencia entre lo que para el mundo significa esa palabra y lo que Dios espera de nosotros es: “servicio”. Él anhela que sirvamos a otros y en esa medida, ese es el éxito que el Reino de Dios nos entrega. Es una satisfacción el dar a otros, antes que recibir de los demás. Hoy amado lector, te motivo a servir y a ser perseverante en aquello que te propongas. El apóstol Pablo, sentía una fuerte pasión por predicar el evangelio y siempre se mantuvo firme en el cumplimiento de esa meta, pese a que enfrentó muchas dificultades. El sueño más grande que tuvo fue: “acabar la carrera y el ministerio recibido del Señor, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Muchas de las dificultades que enfrentó fueron: naufragios, prisiones y castigos, pero nunca se rindió.

¿Por qué el apóstol Pablo fue perseverante? Dios había encomendado un plan y él confió en que el Señor le daría las fuerzas para poder cumplirlo. Sentía carga de compartir la verdad de la salvación. Tenía su mirada fija en el propósito y nada podría desviarlo. Pablo finalmente, cumplió lo que Dios había dispuesto para él. El Señor tiene grandes metas para cada uno de nosotros. Debemos esforzarnos por cumplir su plan. Ésto trae a nuestros corazones, un nuevo nivel de gozo y aliento. Persevera en la vida en todo cuanto te propongas. Siempre enfocado en terminar bien la carrera. Sea trabajo, familia o ministerio, sigue tras la dirección de Dios y recuerda que él no ha terminado contigo. Abrazo fuerte para todos.

Pr. José Ángel Castilla