Nuestra fe no depende de sentimientos, sino que se ejecuta a través de nuestras acciones. En otras palabras, no tenemos que ver, sentir u oír para creer. Es una elección. Jesús le dijo a uno de sus discípulos llamado: Tomás, que los que creían sin ver eran bienaventurados. \”No seas incrédulo, sino creyente.\” le responde el Señor y Tomás al meter su dedo en una de sus llagas luego de haber resucitado le dice: \”¡Señor mío y Dios mío!\” Jesús le dijo: \”Tomás, porque me has visto, has creído. Esa respuesta del incrédulo y sorprendido discípulo, regala el nombre a la entrada de hoy.

Muchas veces somos como ese Tomás que si no mete el dedo en la llaga para verificar que Jesús había resucitado, jamás hubiera creído. El apóstol Pablo nos enseña que: Por fe andamos y no por vista. Necesitamos sumergirnos en las aguas con Jesús y verlo hacer milagros. Nuestras acciones hablan más fuerte de lo que sentimos. Porque sintamos o no, el resultado final es tomar medidas al respecto. Nuestras acciones hacen que nuestra fe sea completa. La fe sin obras es muerta. Dios responde a nuestra persistencia, ya que la fe no se rinde.

Ir a lo seguro no es fe. Existe la tendencia, a tener todo predecible y bajo control, pero da como resultado una vida rutinaria, fuera de foco y llena de soberbia. El apóstol Pedro estuvo dispuesto a caminar sobre el agua, porque estuvo enfocado en Jesús. Cuando se desenfocó y vio su humana fragilidad, comenzó a hundirse. Dios quiere cambiar nuestros corazones y encaminarlos hacia Su dirección, para que demos pasos hacia una vida de dependencia de Él, en cada aspecto de la vida.

Hemos recibido de Dios, una medida de fe residiendo en nosotros, lista para ser activada y ser transformados de manera revolucionaria. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Suscríbete a este blog y recibirás notificación cada vez que suba una nueva entrada, Deja tu comentario al final. Abrazo fraterno.

Pr. José Ángel Castilla