
Ayer celebré un año más de ver la fidelidad de Dios en mí vida. Han sido 30 años desde aquel domingo a las 9am, cuando entraba por las puertas de mi iglesia CBI en Barranquilla Colombia. Un joven que recién se graduaba de su profesión de arquitectura y llegaba con un corazón dispuesto a ser transformado y a aprender acerca del amor más grande que he experimentado. Esa es mi más grande motivación para seguir adelante. Cristo ha sido el centro de mi vida, mi fuerza y mi seguridad. Antes de conocer el amor del Señor era muy inseguro y carecía de determinación. La Palabra de Dios cuando decidí leerla y abrazarla transformó mi errática forma de ver la vida y encendió la luz de mi caminar. Han sido entonces tantos años de ver a Dios moverse en tantas formas que no me canso de reconocer su fidelidad. El profeta Samuel un día levanta una piedra entre dos ciudades Mizpa y Jesana, en señal de reconocimiento, que DIOS LES HABÍA SUSTENTADO todo ese tiempo.

El pueblo de Israel había estado bajo la opresión filistea. Samuel los exhortó al arrepentimiento y los israelitas derribaron todos los ídolos y se volvieron a Dios. En medio de una gran batalla que les tocó librar, vieron la poderosa intervención de Dios, derrotando al ejército flisteo. El profeta Samuel levanta entonces una piedra como memorial de recordación de la AYUDA Y FIDELIDAD DE DIOS. “Eben-ezer”, fue el nombre que le colocó y significa: “Piedra de ayuda”. Reconoció con aquel acto, que fue Dios quien les dio la victoria, no fue ni su fuerza ni a través de sus armas. Hoy como creyentes debemos levantar también, una piedra, como recorderis de la ayuda divina en nuestra vida. Agradece hoy amado lector, por todo lo bueno que Dios ha sido y seguirá siendo. Honra el lugar donde Dios te llevó como casa espiritual y también honra a quien Dios ha usado para cuidarte y edificarte espiritualmente. Recuerda que el Señor no ha terminado contigo. Abrazo fuerte para todos.
Pr. José Ángel Castilla