
Adorar es POSTRAR el corazón delante de Dios. La palabra griega proskuneó aparece en muchos pasajes bíblicos del nuevo testamento y se traduce como: adorar, postrarse o inclinarse en reverencia hacia alguien. Cuando adoramos a Dios, estamos verdaderamente humillando el corazón. Es un acto de rendición total y no es sólo cantar. De hecho quien canta bien, porque tiene una voz melódica y afinada, no siempre significa que adore. Adorar implica entonces, rendir el corazón, llegar a Dios quebrantado, para luego derramarlo como una ofrenda de amor. Hacer proscuneó a la luz de la escritura, indica postrarse para besar la mano o los pies de alguien, en señal de respeto o sumisión. El Proscuneó es la actitud de adoración profunda, reconociendo autoridad y rendición total ante Dios.

Jesús conversa con la samaritana y le dice que se acerca el tiempo en que los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando ser adorado de esa manera. El Señor enseña, que la adoración no es solo un gesto externo, sino un acto interior guiado por el Espíritu. Un hermoso ejemplo de proscuneó lo tuvieron los magos de Oriente. Entraron en la casa y vieron al niño con su madre y se inclinaron y lo adoraron. Luego abrieron sus cofres de tesoro y le dieron regalos de oro, incienso y mirra. Éstos hombres sabios y temerosos de Dios, reconocieron en el niño Jesús al Rey y Señor. Finalmente los veinticuatro ancianos, también hicieron proscuneó con el Padre. Le adoraron y le arrojaron sus coronas delante del trono, diciendo: «Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios, de recibir gloria y honor y poder. Una adoración eterna es una rendición total del corazón. Recuerda que Dios no ha terminado contigo. Abrazo fuerte para todos.
Pr. José Ángel Castilla