
Dios es omnipresente y como tal, no necesitamos verlo como para dudar de su existencia y presencia en nuestras vidas. Una de las flechas mentirosas y dolorosas con las que el enemigo de nuestras almas nos ataca, es la mentira de hacernos creer que estamos literalmente sólos. La soledad se siente más fuerte cuando se ausentan de nuestras vidas, personas importantes. Sea que se marchen por motivos ajenos a nosotros, por culpa nuestra o sencillamente porque hayan muerto. Algunos aunque se sientan rodeados de amigos, familia o hermanos en la fe, se sienten muy sólos. Perciben erróneamente que Dios se alejó de ellos. La sensación de soledad, es una voz aguda y mentirosa que nos dice: “Dios no está contigo, te ha abandonado, tú no le importas y está muy ocupado como para atender a un pecador cómo tú”. Hablar de mentira, en el original griego es la palabra pseudos y significa: falsedad, engaño, algo que aparenta ser verdad pero no lo es. Cuando el diablo nos habla a la mente y nos dice que Dios nos ha abandonado, es una falsedad totalmente irreal y es un disfraz que oculta la verdad de que Dios nunca se apartará de nosotros.

El enemigo sabe bien, que un corazón que se convenció de estar sólo, es un corazón vulnerable. Cuando creemos que Dios está ausente, comenzamos a perder la fe, dejamos de orar y nos encerramos en nuestro propio dolor. La soledad allí, se convierte en terreno fértil para la ansiedad, la tristeza y el desaliento. El salmista declara: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. No existe un lugar en el planeta Tierra, en donde puedas estar lejos de la presencia de Dios. Sea que estemos alegres o tristes, él está allí. Aunque no lo sientas y tus emociones te hagan creer que estás abandonado, Su Espíritu permanece a tu lado, firme, silencioso y fiel. En dónde estés allí estará Dios también. Él no te dejará ni te abandonará. Si su silencio te hace ruido, perdiste la pasión por la oración y has llegado a creer que los cielos se han cerrado, ten cuidado de creer en esa mentira del diablo. Dios sí está contigo y su silencio no significa abandono. Cuando estamos sólos, Dios nos fortalece la fe y nos enseña a caminar abrazado a la Palabra y no sólo andar por lo que sentimos. Jesús experimentó soledad en la cruz y exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Aunque parecía solo, el Padre estaba cumpliendo en Él el mayor acto de amor por la humanidad. La cruz fue un lugar de soledad y cumplimiento de su mayor propósito.
Recuerda que Dios no ha terminado contigo.
Pr. José Ángel Castilla